Viviendo los capicuos a tu lado...

Estaba como de costumbre frente al monitor, sola en mi cuarto: eramos la computadora y yo con la música a trasfondo; en el cuarto contiguo: mi madre y mi hermano por ahí. Desde medio día que no había vuelto a verte y unas horas antes de la noche habíamos hablado de nuevo por teléfono. De pronto parecías estar en casa, apartado de mi fondo musical una voz provenía de afuera del cuarto, escuché una voz y te reconocí.

Salí corriendo a ver si era cierto que estabas ahí, era un poco tarde. Y sí,ahí estabas, tu semblante fuerte y maduro, como siempre lo he apreciado. Sonreí pero no te habías percatado que estaba a tus espaldas.

Saludaste a mi madre con la calidez que siempre lo haces, le diste un beso y sentiste mi presencia y volteaste hacia mi, sonreiste y me acerqué.

Extendiste tu mano y me diste una pequeña flor blanca, de esas que quizás conseguiste en el crucero en el trayecto a casa, y aunque no son mis preferidas, de ti: lo acepto con una sonrisa. Hacía ya varios meses que no tenías el detalle de hacerlo, agradecí tu gesto. Sé que leíste mi sonrisa y viste más allá de mis ojos, puesto que me conoces como nadie.

En vano serían estos capicuos que llevo viviendo a tu lado, ese hombre fuerte, inteligente y maduro que veo a diario es mi padre.

Así lucía frente a mi monitor a altas hrs de la noche